Texto escrito por el Catedrático de Lengua y Literatura y Doctor en Filología Románica Fidel García Martínez.

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No resulta sencillo perfilar la personalidad de Poncio Pilato cuyo nombre junto con el de María Santísima se recuerda desde hace más de dos mil año en el Credo de la Iglesia Católica: “padeció bajo el poder de Poncio Pilato”. Junto con Judas son los nombres de la ignominia además de Caifás, Anás, Herodes. En el imaginario colectivo del cine, la literatura, los desfiles procesionales, Pilato aparece interrogando a Jesús, sobre la verdad y su reino, lavándose las manos y advertido por su propia mujer que se abstenga de condenar a Jesús.
La lectura de un testigo de la Crucifixión como el evangelista san Juan, cuya Pasión se lee todos los Viernes Santos, incluso en tiempos de la Covid-19. En las mentes de todo el mundo están aún presentes las imágenes del Papa Francisco solo en la plaza inmensa de San Pedro abrazado a la cruz hace un año. La personalidad de Pilato en los relatos de los evangelios no es analizada, ni valorada especialmente, más bien se le presenta como inseguro indeciso, intentado no condenar a Jesús, aunque la condena a la pena capital de la crucifixión solo dependía de él, porque fue quien la firmó y mandó colocarla en la cruz INRI (JESÚS NAZARENO REY DE LOS JUDÍOS). Entre los autores judíos Pilato es presentado como déspota cruel y sanguinario, como lo describen el historiador Flavio Josefo o el filósofo Filón, militante saduceo y anti-romano. Entre los historiadores romanos apenas se mencionó. Así Tácito en su Anales históricos (114) lo describe como arbitrario y despiadado. Esta opinión sobre Pilato estaría fundada en los acontecimientos acaecidos en el Templo de Jerusalén el años 26 d.C. Debemos de tener en cuenta que los judíos celebraban la dedicación del templo con especial solemnidad una de las mayores. Recordaban la profanación del templo del Rey Antíoco IV Epifanes que enloqueció por haber profanado el templo: la misma profanación fue llevada a cabo por el romano Pompeyo el año 63 a.C, los judíos fueron masacrados. En los primeros años de Pilato como gobernador también se produjeron altercados en torno al Templo de Jerusalén, cuando el emperador Tiberio le envió a Judea, y Pilato hizo transportar durante la noche, imágenes del emperador que servían de estandartes. Lo que provocó una gran revuelo entre los judíos de Jerusalén porque estaban convencidos de que se había pisoteado su ley que prohibía que en la ciudad se erigiera imagen o representación de algo. Pilato se negó, los judíos rodearon su palacio, se tumbaron con la cabeza hundida en la tierra y permanecieron así cinco días hasta que Pilato les dio un ultimátum: dispersarlos con violencia

Es indudable que el prefecto romano Poncio Pilato llevó a Jesús a la muerte en la cruz siguiendo un proceso jurídico completo. Ciertamente se dio una sentencia después de un juicio político porque Pilato condena a Jesús a ser crucificado. La sentencia textual y formal en el derecho penal romano era: Ascenderás a la cruz (Ibis ad crucem). Sentencia que suponía un crimen político de lesa majestad ( alta traición), un acto contra el pueblo romano o su seguridad. Según la ley romana los provincianos que cometían este crimen eran crucificados. Pilato actúo como juez único, los fiscales fueron los fiscales judios. El reo podía formular su defensa. Las autoridades judías fueron los verdaderos promotores del proceso de JESÚS. La muchedumbre solo fue el instrumento en sus manos. EL REY de los judíos es rechazado por sus compatriotas. Durante el proceso romano Pilato aparece como débil. Por eso él también se ve en vuelto en el mismo a pesar de haber tenido que doblegarse casi contra su voluntad a la petición de la muchedumbre en la culpabilidad de la muerte de Jesús.

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