El VIERNES 20 de ABRIL de 2012 se presentó en el ATENEO JOVELLANOS de Gijón (C/ Francisco Tomás y Valiente, 1) el poemario «Paraguas de color para la lluvia», ganador del XXI PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA ATENEO JOVELLANOS y del que es autor VICENTE MARTÍN (a la izquierda de la imagen). El acto, que contó con la presencia de EUGENIO BUENO, como miembro del jurado, con la del escritor JOSÉ MARCELINO GARCÍA -quien leyó poemas de la obra ganadora-, de la representante de CAJASTUR, entidad patrocinadora del premio, y de JOSÉ LUIS MARTÍNEZ (en el centro de la imagen), fue presentado por el psiquiatra JOSÉ LUIS MEDIAVILLA (a la derecha en la foto), también miembro del jurado y que fue encargado de presentar el poemario y a su autor, con un brillante discurso del que reproducimos a continuación un amplio resumen.

«Deseo, en primer lugar, agradecer al señor presidente, D. José Luis Martínez el haberme honrado con la posibilidad de participar como miembro del jurado del XXI Premio Internacional de Poesía Ateneo Jovellanos, junto con Luis García Montero -que actuó de presidente-, Antonia Álvarez, Aurelio González Ovies, Eugenio Bueno y Francisco Álvarez Velasco. Gracias también por permitirme, en esta ocasión, encargarme de la presentación del premiado, lo que despierta en mí un sentimiento de gratitud e inquietud: gratitud porque es una prueba de confianza, y de incertidumbre puesto que soy consciente de que cualquiera de los otros miembros del jurado, por sus méritos y cualidades, habrían sido más adecuados para la ocasión.

Quiero poner de relieve el ambiente de cordialidad en el que fueron realizadas las deliberaciones del jurado donde, con escrupuloso rigor, siguiendo el esquema ‘Goncourt’, fueron sucediéndose las votaciones hasta llegar a la final en la que resultó ganador por unanimidad el trabajo que lleva por título «Paraguas de color para la lluvia». Abierta la plica, supimos que el ganador era Vicente Martín Martín.

Por lo que se refiere a don Vicente, cabe decir que sus poemas no son en modo alguno «brotes verdes», por servirme de una metáfora ajena, sino que estamos ante un poeta maduro, con una admirable trayectoria y voz propia.

El poemario se inicia con un prólogo en el que el autor se inmola en un gesto de modestia, advirtiendo:

«Las palabras que digo
no son mías;
son ellos,
quienes fueron pintando en el mapa los ríos del idioma»

Estrofas que hacen recordar uno de los versículos de los salmos de David:

«Elevaré a ti el cáliz lleno de la misma salvación que me has dado Tú mismo, y es Tuya»

Con la clara diferencia de que a Dios se lo debemos todo pero, en el caso de Vicente Martín, sus palabras son expresión de un proceso creativo, intransferible y largamente gestado. Él mismo reivindica su identidad:

«Cada cual
Edifica la casa a su manera,
de arcilla,
de diseño,
con los grifos de oro y los espejos de Arabia»

Vicente Martín Martín nació el 31 de julio de 1945 en Collado de Contreras (Ávila). Estudió Latín y Humanidades, Filosofía y Teología en el seminario de Ávila y, después de unos años en Salamanca, se trasladó a Madrid, donde dedicó su vida a la docencia.

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Aunque comenzó a escribir tempranamente, no llegó a publicar sus versos -quizá por un excesivo sentimiento de pudor- hasta que, en el año 2004, decidió participar en dos certámenes, obteniendo el premio ‘Ángel Uría Iturbe’ y el accésit de IX Certamen Internacional de Poesía ‘Ciudad de Torrevieja’. Desde entonces ha venido cosechando éxitos de manera ininterrumpida por toda la geografía española.

La calidad poética que puede percibirse en sus versos se salva de caer en la servidumbre ideológica o en la propaganda política, factura interesada que tantas veces viene a ensombrecer  el conjunto de una obra, incluso de autores señeros.

El contenido de sus poemas nos remite a un trasfondo biográfico, y la cadencia de sus estrofas nos transportan a un mundo donde, por encima de lo meramente conceptual, predomina una armonía musical en la que brota una cordial melancolía. Este ritmo, esta destreza en concitar las palabras, misteriosamente enriquecidas, valiéndose de la confrontación y la asonancia, despiertan en el lector imágenes que pertenecen al mundo de la ensoñación, de la magia y el mito: he aquí la esencia de la poesía. «Poéticamente habita el hombre sobre la tierra», como profetizó Holderlin.

No nos sorprenda que unas pocas palabras verdaderas sean suficientes para hacer del hombre un ser trascendente. Y Vicente Martín Martín, hombre en medio de la lluvia, donde los peces acuden a sus párpados, abre como poeta su paraguas de color para protegerse y protegernos de la nostalgia. Por todo ello felicito a don Vicente por este XXI Premio Internacional de Poesía Ateneo Jovellanos, y por tantos otros ganados a lo largo de los años.

La palabra es el espejo de la conciencia subjetiva, la espina dorsal de lo que tradicionalmente entendemos por cultura, este fenómeno que, como muy bien advierte Vargas Llosa, peligra desaparecer en los tiempos actuales. Por esto instituciones como el Ateneo Jovellanos son dignas de atención y cuidado, porque constituyen los verdaderos baluartes ciudadanos contra la inocencia y la barbarie».
 

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