Crónica del acto publicada por ANA RANERA en el diario El Comercio

«La mili ahora sería muy diferente, con conocimientos que nosotros no teníamos»

Janel Cuesta presentó en el Ateneo Jovellanos, de la mano del Aula de Cultura, su libro ‘Sargento Galindo. Diario de un soldado’

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«No sé por qué se me ocurrió hacer un diario cuando estaba en la mili», confesaba ayer Janel Cuesta, durante la presentación de ‘Sargento Galindo. Diario de un soldado’, en el Ateneo Jovellanos. Este libro vivía su puesta de largo, de la mano del Aula de Cultura de EL COMERCIO, para recordar aquellos tiempos en los que su autor marchó de casa para hacer el servicio militar, que entonces era obligatorio. «Me acuerdo de la pena de mi madre y de la seriedad de mi padre, al despedirme de ellos, pero yo, sin embargo, marchaba para allá contento porque ya llevaba diez años trabajando en un banco y tenía ganas de hacer cosas diferentes», explicaba.

Con esas, Janel pasó unos meses que le dejaron anécdotas para el resto de su vida, como la diferencia entre quienes llegaban de ciudades y los que venían desde pueblos remotos de las montañas. «Parecían tercermundistas. Muchos no sabían ni siquiera leer y escribir y otros no se duchaban porque el agua nunca les había tocado la barriga», rememoraba, convencido de que, «en la vida, hay que estar siempre aprendiendo».

Como uno de sus compañeros de mili, al que le dijeron que el catarro se curaba con coñac y se bajó una botella entera durante la noche. «Al día siguiente, tocaron diana y él no aparecía. Fueron a despertarlo y nada, no se levantaba. Resultó que lo que tenía era una cogorza impresionante», se reía Janel.

Él recordaba, de aquellos años, que todos los mandos eran «como padres» y no le parece en absoluto que fuera una experiencia terrible. De hecho, cree que, hoy en día, también vendría bien a los jóvenes vivirla, aunque fuera durante unos tres o cuatro meses. «Aunque lo que hay ahora en el Ejército debe ser muy diferente, porque son soldados profesionales con unas armas y unos conocimientos que nosotros no teníamos».

Lo que sí pueden tener los militares de hoy es la misma inquietud que tenía Janel, cuando decidió plasmar en un diario todo aquello que sus ojos veían.

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