RUBEN DARÍO EN ASTURIAS por Fidel Garcia Martínez
Don Julián Herrojo es muy conocido en Gijón, pues durante años ha sido el máximo responsable del culto en la Basílica del Sagrado Corazón, sin duda el templo católico más visitado por toda clase de personas turistas y/ o feligreses. Y que ha celebrado con todo esplendor su Centenario. Al tesón y empeño de Don Julián se deben muchas de las obras que sean llevado a cabo en este templo. Pero Don Julián además de celoso párroco del Santuario del Cristo de las Cadenas de Oviedo, es tan bien un prestigioso arqueólogo, conoce perfectamente los Lugares Santos en los que vivió Jesucristo durante su vida terrena: pues ha encontrado restos arqueológicos en Caná de Galilea en el pueblo donde Jesucristo a instancia de su Santísima Madre realizó, según el evangelista San Juan el primero de sus signos por el que sus discípulos creyeron en él , al convertir en una boda el agua en vino, salvando la situación embarazosa de los recién casados.A estas facetas une Don Julián su amor-pasión por la literatura, muy especialmente por la poesía lírica del mayor poeta de la modernidad Rubén Darío hoy sometido al olvido y casi al desprecio por la llamada poesía postmoderna, cuya vulgaridad es evidente. Entre sus más extraordinarios versos están los poemas: “Cantos de vida y esperanza; los cines y otros poemas” que se encuentran los famosos versos: ¡Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había, que era alondra de luz por la mañana”! Y La letanía de nuestro Señor Don Quijote, que tanto impactó a su gran amigo Azorín, en el tercer centenario de la Obra Genial de Cervantes 1911 y en la que se puede leer su petición a Don Quijote: ante una España en profunda crisis política y moral: ruega por nosotros intercede, suplica por nosotros pues casi y estamos sin savia, sin brote, sin alma, sin luz, sin Quijote, sin pies y sin alas. Sin Sancho y sin Dios
Estos son muy conocidos por el gran público, pero lo son mucho menos los que dedicó Asturias, fruto de sus estancias veraniegas en la Arena y San Esteban de Pravia, 1905, fecha en que lo visitó Azorín, y las siguientes 1908 y 1909, estas visitas las Incluyó Rubén Daria en la colección Todo al Vuelo publicada en 1912. Son artículos en las que relata la visita a la Catedral de Oviedo; describe el pueblo de San Esteban, relata la vida de los marineros y la procesión de San Telmo. Incluso tiene artículos sobre la poesía asturiana escritos por el poeta durante las estancias estivales de 1908 en ellos demuestra su interés por la expresión poética local incluso leía y entendía el bable, hoy objeto del oportunismo político. Son memorables los paseos y estancias con su mujer e hijo: según Azorín, que llamaba a Rubén Darío, nuestro poeta, solía despertar a altas horas de la noche para escribir, en las cuadrillas pegadas en la pared que se hallaba arrimada a su cama. Rubén Darío admirador de Jovellanos, coincidió en 1911, otro gran escritor y educador el canónigo de Covadonga, San Pedro Poveda, quien por estas fechas estaba fundando un Academia Docente que sería el principio de la institución Teresiana. Este mártir del odio, decía Dios bendijo a Gijón con la Playa de San Lorenzo y con Jovellanos. Cuenta Azorín que en una ocasión con motivo de la visita que le hizo el novelista Ramón Pérez de Ayala por entonces en Oviedo, ambos amigos tomaron una barca para atravesar las aguas del Nalón que entonces formaba una ancha bahía antes de su desembocadura en el Cantábrico, al otro lado de La Arena, se hallaba la casa del poeta. Durante su breve viaje una impresión les quedó grabada. En la honda negrura de la noche el chocar de los remos en el agua hacían saltar un reguero maravilloso de chispas fosforescentes lívidas que brillaban y desaparecían en un segundo.