Crónica del acto publicada por A.C. en El Comercio:

Ignacio del Valle: «Los buenos narradores leen poesía, elevan el nivel de lo que escriben»

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El novelista Ignacio del Valle (Oviedo, 1972), colaborador del diario EL COMERCIO, fue protagonista ayer de la segunda presentación de su primer poemario en Asturias de la mano del Ateneo Jovellanos y del Aula de Cultura de este periódico. Acompañaron al autor Miguel Rojo, jefe de Cultura de esta casa y el editor Francisco Javier Rodríguez Barranco, quienes departieron con el autor sobre el contenido y las motivaciones de «Explicaciones no pedidas», que así se titula el libro. Ignacio del Valle, que también leyó varios de los poemas, habló en la presentación de su querencia por la poesía, de las diferencias a las que tiene que enfrentarse un escritor a la hora de abordar una obra en prosa o en verso y de sus influencias. «Una de las utilidades de la Literatura es la de darle palabras a lo que no se puede nombrar. Y para eso es muy útil la poesía. Los buenos narradores son aquellos que leen poesía, porque elevan de nivel aquello que escriben», ahondó.

El autor asturiano anunció también que en octubre verá la luz su nueva novela, «Lo que hicimos por amor» y que ya está ultimando un nuevo libro de poemas.

Entrevisa publicada en El Comercio por Miguel Rojo:

«La cultura de la cancelación y la censura que se está imponiendo es un auténtico disparate»
El novelista asturiano presenta hoy en Oviedo y mañana en Gijón, de la mano del Aula de Cultura de EL COMERCIO, su primer libro de poemas

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Desde las literaturas clásicas griega y romana a la forma de contar de Charles Bukowski; de lo más mundano, como un baño en la piscina, a lo más existencial, como la muerte y la existencia propias y ajenas. La poesía del novelista Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) ha llamado la atención de propios y extraños. «Si hubiese sacado un disco como cantante melódico hubiese causado menos sorpresa», dice el autor entre risas. Después de haber publicado más de una decena de novelas y un libro de relatos, ‘Explicaciones no pedidas’ es su primer poemario. Lo presentará esta tarde en la ovetense Librería Cervantes (19 horas) y mañana en el Ateneo Jovellanos de Gijón (19 horas), en dos actos patrocinados por el Aula de Cultura de EL COMERCIO. En octubre saldrá su nueva novela, ‘Lo que hicimos por amor’, sobre las relaciones de pareja.

-Ahora que se había ganado el título de narrador, ¿poesía?

-Para mí es algo normal, llevo muchos años escribiendo poesía, pero mi planteamiento profesional fue apostar por la novela, por la prosa, y sobre todo por la novela negra. Ahora que ya hice mi hueco, puedo empezar a publicar poesía. Tengo otro libro de poemas que podría publicarse ya, y material para otros dos.

-Lo que podemos ver en ‘Explicaciones no pedidas’ (Azimut) está más cerca de lo que se podría llamar prosa poética.

-Creo que se puede explicar por las influencias. El otro día me preguntaban por los poetas que me gustan y me di cuenta de que, en realidad, hay muchos novelistas que también escriben poesía que me han marcado a lo largo del tiempo. Obviamente está la poesía clásica, y nombres como Quevedo y Villamediana, por el humor y la ironía. Bukowski, que no me gusta mucho como narrador, como poeta es enorme. Charles Simic, que escribe grandes historias en cada poema también me ha influido mucho. Y después, como decía, novelistas como Marsé, que tiene páginas que son pura poesía. E. L. Doctorow me parece también un crack. Tiene un libro que se llama ‘El lago’ que es novela, pero con sus partes cuánticas, muy poéticas. De toda esa suma y de mis experiencias nace este libro.

-Aún así es difícilmente etiquetable, porque es muy ecléctico. Pero sobre todo es muy personal.

-Hay una cosa muy interesante a la hora de hacer poesía. Yo no soy un académico, tengo un acercamiento poco exegético a la literatura, así que no pienso mucho en qué es lo que saldrá como resultado o qué etiqueta se le pondrá. Simplemente, lo escribo. Sí es cierto que he tenido que tirar de veneros muy íntimos para este libro. En la prosa no es fácil verme, soy muy pudoroso, y separo mucho la vida privada de la pública. Pero en la poesía sí se me ve. Supongo que es como esas primeras novelas que escribes, que siempre reflejan tu experiencia. Después, según desarrollas el oficio, eso va desapareciendo.

-Hay relaciones de pareja, experiencias personales, ideas… ¿Son todas del autor?

-Hay una transversalidad, no es mi vida directamente, pero ahí están el sexo, el viaje, las angustias creativas, las relaciones sentimentales… Tu experiencia no la puedes ocultar. Es algo cercano a la autoficción. En cualquier caso prefiero el pudor, los velos, la sugerencia que el descarnamiento.

-El viaje, literal y figurado, aparece en muchos de los poemas. ¿Es algo esencial para usted?

-La experiencia del viaje es fundamental. La extrañeza del lugar que no es el tuyo es muy importante en mi vida. Este libro nace precisamente en una estancia de varios meses en Nueva York. ‘Penn Station’, uno de los poemas, es la esencia del viaje, el que hacía en tren de Long Island a Manhattan cada día. Muchas novelas mías también han nacido en viajes.

-Aparecen además muchos otros temas. ¿Cuáles serían para usted los más importantes?

-La contracidicción que tenemos que afrontar para vivir. La belleza, que para mí es esencial. La ciencia, que me apasiona. Los clásicos romanos y griegos, que ideológicamente me han marcado mucho.

-Hablando de ideologías, hay un poema, un tanto libre, ‘Los instintos’, en el que habla de España y de la polarización de su sociedad. ¿Cómo ve el país?

-Yo tengo una posición muy clara, políticamente no me he escondido nunca, soy liberal. Cada vez estoy más convencido de que en España son muy necesarios ciertos pactos de estado. No pido ya una gran coalición como en Alemania, para frenar a la extrema derecha y a la extrema izquierda, porque me parece que nos faltan 20 años para poder llegar a ese punto, pero sí ciertos acuerdos entre PP y PSOE, porque son esenciales para mantener la integridad de España en muchos aspectos. Esenciales. La propuesta de amnistía y el recorrido que se está iniciando es un disparate. Se olvidan muy rápido los problemas que trajo el cantonalismo en el siglo XIX, las guerras carlistas, lo que vino después. Este país estuvo durante mucho tiempo en la cuerda floja. Y ahora están jugando con fuego. Yo estoy muy preocupado.

-En los artículos que publica en EL COMERCIO suele hablar más de política que de literatura…

-Me apasiona, pero siempre busco el centro, los pactos, el diálogo, la moderación.

-Hay otra serie de poemas que, bajo el título de ‘Existencial’, se distribuyen por todo el libro.

-Si uno de los objetivos de la literatura es buscar lo inefable, lo que no se puede nombrar, la poesía es imprescindible en esta tarea. Para mí son impresiones, pero para el lector pueden ser otras cosas. Veo muy interesante para los prosistas que lean poesía, porque inyecta un elemento lírico, irracional, en todo lo que haces.

-En alguno de los poemas también describe de algo tan prosaico como un baño en una piscina.

-Como se preguntaba Joyce Carol Oates en un artículo que leí en el ‘New Yorker’, ¿qué es lo clave en nuestras vidas, lo existencial o lo periférico? Con 52 tacos cumpidos mi jerarquía la tengo clara. Lo importante lo tengo establecido, y una de esas cosas es escribir diariamente. Nadar diariamente también es esencial en mi vida, tanto como estar rodeado de gente a la que quieres, viajar… Todo esto se refleja en mi poesía.

-No tanto en la prosa…

-Ahí entramos de nuevo en el tema de la autoficción. Salman Rushdie, en su ensayo ‘Los lenguajes de la verdad’, dice que no todo es autoficción, como mantienen otros autores, y estoy de acuerdo con él. Hay una parte personal, pero hay otra muy grande que no te pertence, que tomas de otros, de conversaciones, de lecturas. Y todo eso conforma el puzle literario de un autor. Aparte, cuando escribes, lo que tú consideras realidad también se ficciona. El personaje que creas no eres tú realmente, hay aspectos que no controlas. No todo es autoficción.

-Eso abre otra puerta a un tema como la censura. Hay quien no entiende que, si se escribe sobre un violador, por ejemplo, lo que dice o hace no tiene por qué ser, y de hecho no suele serlo, la opinión de quien escribe.

-Es otra gran polémica. Una de las claves de la literatura es la empatía, la capacidad del escritor de meterse en la cabeza de otro. Por eso Platón expulsaba a los escritores de la República, porque esa capacidad les hacía peligrosos, te desorganiza el sistema. Yo pienso en ‘Lolita’, de Nabokov, cuyo protagonista es un pedófilo. El autor consigue que el lector se identifique con él. Esa es la magia del asunto. Pero que intenten censurar esa obra es absurdo. La cultura de la cancelación y la censura que se está imponiendo es un disparate. Hay quien mantiene que solo un negro puede escribir historias de negros. ¿Por qué yo no puedo meterme en la cabeza de un personaje negro?

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