EL CRISTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ Y DE DALÍ: ANALOGIAS Y DIFERENCIAS
Por FIDEL GARCÍA MARTÍNEZ, Catedrático de Lengua y Literatura y Doctor en Filología Románica.
San Juan de la Cruz y Salvador Dalí tienen en común la pasión por la belleza y el arte. Siendo san Juan de la Cruz el mayor poeta de todos los tiempos con un sentido melódico que se desliza como río de dulzura sobre el oído y sobre la mente, sin embargo, sea el que con más intensidad niega toda la hermosura de las cosas vivas y mediante las noches y la aparta de la ruta hacia la Divinidad. Todo lo contrario de Dalí el realismo impresionista y colorista de su Cristo que la negación del de San Juan de la Cruz. Esto es patente si se comparan los dos Cristo.Del análisis del Cristo de San Juan de la Cruz, se deduce que el santo tenía conocimientos anatómicos y destreza absolutamente inhabitual en el dibujo de su tiempo. Es necesario remarcar: el Cristo de San Juan es fruto de un ambiente milagroso y sobrenatural que rodea, como dice el gran Sanjuanista Camón Aznar: este pequeño dibujo ovalado, que tiene apenas cinco centímetros en su lado mayor. con arreglo a estos cánones estéticos de su tiempo, es un dibujo excepcional. No se tiene conocimiento ni en España ni fuera nada comprable. Ya un fraile carmelita afirmaba, Jerónimo de San José: los mayores maestros de este arte de la pintura lo han visto, lo tienen como milagroso haber pintado fray Juan de la Cruz este dibujo que no
fuese muy ejercitado y diestro pintor. Se trata del dibujo de una visión, que Fray Juan experimentó en Ávila entre 1572 y 1577. Asomado el santo a una ventana de la iglesia quizá del ábside o del crucero, se le apareció Cristo en la cruz de espaldas y cayendo: ¿sobre el espacio, su alma? Ningún pintor habría osado a un escorzo tan audaz. Este Cristo ha servido de inspiración a pintores ya desde el siglo XVI y muy especialmente al famoso cuadro de Dalí, pero el de san Juan de la Cruz es la genial representación del Crucificado con todos sus dolores y con el pudor de no mostrar el rostro. San Juan de la Cruz lo disimula viendo la cabeza desde la nuca. Es la visión que del Crucificado tendrían los ángeles. Todo es terriblemente trágico en esos trazados, líneas. Clavado con clavos enormes de fuerte cabeza, en una cruz de secos palos redondos. Y tan seca como la madera es la musculatura. Toda en tensión de nervios tirantes, de músculos que el dolor contrae y curva. La espalda afligida, la cintura retraída, todo dolor, espinoso y muerto ya, pero es un perenne martirio. Cristo concentrado en un cuerpo magro y martirizado, con cuatro feroces clavos, pues los dos de los pies con las piernas paralelas, la de Miguel Ángel eran en equis. Lo de san juan de la Cruz era en su tiempo una absoluta novedad. Este Cristo, poco tiene en común con el de Dalí, porque al no ser más que unas rayas trágicas, no es sin embargo incompatible con el placer estético que lleva el atentico arte. Para que la visión de la ascesis del dibujo sea más completa, se ha ocultado el rostro, aunque en las representaciones más dramáticas, tiene grandeza y solemnidad divinas. Aquí no es más que un esquema de un martirio, signo solo del hombre más adolecido, más descarnado por golpes de injurias y de flagelos. Y San Juan la representado en el espacio, cayendo sin cesar en el abismo del dolor.